Telenovelas de Gueva por Alvaro Cueva


Qué güeva de telenovelas tenemos en México. Cómo se nota que los grandes directivos de la televisión nacional ni siquiera se sientan a verlas porque, si lo hicieran, la sacarían del aire en menos de 5 minutos.

¿Qué no se dan cuenta de que el simple hecho de que títulos como “Niña de mi corazón”, “Mar de amor” y “Quiéreme” existan, habla mal de ellos?

Es de no creerse el nivel de anacronismo, aburrimiento y mediocridad de los melodramas seriados de Televisa y TV Azteca.

Argos se cuece aparte, pero esto tampoco significa que “Las Aparicio” no canse con esa manía que sus responsables tienen de poner a sus personajes a hablar como si estuvieran tomando terapia, como si estuvieran dictando clase o como si estuvieran dando un discurso.

Tenemos problemas, serios problemas, y si “Soy tu dueña” es la única telenovela mexicana que medio funciona es, definitivamente, porque es la única producción donde uno conoce a los actores y eso se traduce en confianza, en estabilidad.

¿O qué, usted se sabe al derecho y al revés el nombre de las niñas que protagonizan “Vidas robadas”, “Zacatillo, un lugar en tu corazón” y “Llena de amor”?

No entiendo por qué nuestras televisoras no quieren ni fabricar estrellas ni contar historias. ¿Ya se les olvidó que esto se traduce en dinero?

Televisa, en lugar de estar inventándole algo grande al reparto de “Mar de amor” para que la gente lo conozca y lo ame, le produce un homenaje en vida a Andrea Legarreta.

TV Azteca, en lugar de hacernos soñar con la vida y obra de los actores de “La loba”, le hace un programa especial al creador de “La carabina de Ambrosio”.

Y Cadenatres, en lugar de dar a conocer a las indiscutibles figuras que participan en “Las Aparicio”, va y le hace una entrevista de una hora a Angélica Aragón.

Es como si todos supieran que lo que están haciendo está mal y, en vez de hundirse jugando a defender lo indefendible, prefirieran irse hacia otros temas, hacia otras figuras, hacia otras televisoras.

No sé usted, pero a mí, como periodista, me daría pena hacerlo perder su tiempo comentando lo “emocionantísima” que está “Soy tu dueña”, lo “diferentísima” que está “Quiéreme”, lo “buenísima” que luce una mujer que se ve hiper-operada como Ninel Conde o el cúmulo de tonterías que muchos de mis colegas tienen que comentar diariamente en diferentes lugares.

Emocionante, la detención de Gregorio Sánchez Martínez (El Greg de Quintana Roo). Diferente, lo que Noticieros Televisa está haciendo con el caso Diego Fernández de Cevallos. Buenísima, la reina de belleza que era narcotraficante y que acaban de detener en Argentina.

¿Cómo le van a hacer las telenovelas mexicanas para competir contra esto? ¿Les interesa? Hubo varios momentos históricos en que sí les interesó y lo consiguieron. ¿Por qué ahora no? ¿Porque lo de hoy es la diversión?

¡Perfecto! ¡Entonces vamos a divertirnos! ¿Usted se la pasa de pelos con “Mar de amor”? ¿Se ríe a carcajadas con “La loba”? ¿Busca con desesperación los capítulos de “Niña de mi corazón” para olvidarse de sus problemas?

Ni siquiera nuestras telenovelas cómicas son cómicas. “Zacatillo, un lugar en tu corazón”, por ejemplo, de repente tiene buenos momentos, pero sólo son momentos.

Y no me va a decir que “Llena de amor” lo hace llorar de la risa porque no es cierto. Lo que en sus primeros capítulos fue lindo, ahora es asquerosamente bobo.

¿Por qué le estoy escribiendo esto? Porque el miércoles tuve un quiebre emocional muy fuerte durante el final de temporada de “Esposas desesperadas” que se transmitió por Sony.

Hace mucho que “Desperate housewives” dejó de ser la gran serie que era, pero sigue siendo un exquisito placer culpable.

Uno mira a sus actrices, y las adora. Uno se enfrenta a esos personajes, y los quiere. Uno observa esas situaciones, y se entretiene.

¿Podemos decir esto mismo de las telenovelas que estamos haciendo en México? Hubo un tiempo en que sí. Ahora, no. No funcionan ni como placeres culpables.

Dígame, por favor, que usted también vio el final de temporada de “Esposas desesperadas”. ¿No se la pasó bien?

Sí, fue muy ridículo el parto de Lynette (Felicity Huffman) con ese bebé inmenso que nació llorando con la ayuda de un asesino psicópata que se arrepintió de todos sus pecados nada más porque le dijeron dos frases célebres.

Igual, fue de risa loca ver a Gaby (Eva Longoria) trepando por una pared con zapatos de tacón y jugando a “La mujer maravilla” para rescatar a un chavo que había sido víctima de otro asesino.

Pero como todo es tan divertido en esa serie, uno se lo perdona a sus creadores como alguna vez le perdonamos cosas iguales o peores a melodramas seriados protagonizados por luminaras como Lucía Méndez, Verónica Castro y Angélica María.

Hoy es imposible perdonar lo que está pasando en nuestras telenovelas. Están de güeva. ¿A poco no?
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